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(Mientras escribo, de pronto desaparece el sol y se escuchan las gotas sobre la chapa; aquí no hay pasto, pero un olor tierra inunda el cuarto, y retorna
como si algo de lo que pido me fuera concedido, aquel mismo sabor de tarde anaranjada, con las botitas de goma, en larga travesía hacia el lavadero, para hurgar junto a mi hermano en las cajas viejas de mi tía, unas revistas con cuentos e historietas)
Por una casa rota
con las patas de alambre,
por la fe consumida en retazos de lucha,
por un destino sin tiempo talvez,
dorada lluvia de infancia,
tarde desvergonzada
apegada a los vidrios
tictac tiritante del reloj marcapazos,
marcavidas,
olor a húmedas rosas,
tierra blanda para el juego,
artesanos piadosos de la risa
y siempre moja mi calle
este tiempo;
por una ventanita a esa mirada
por un surco donde algo sea mío
donde la noche no me asuste con sus pasos
y mi hija tenga pan para mañana y para siempre,
por un perdón de Dios para las vidas
por un intenso azul en las miradas nobles,
abrazo confiado, lágrimas limpias,
cucharadas de miel
a raudales el sol sin la pobreza,
por un pasaje a mi memoria dulce,
¿Qué hacemos esta tarde?
Estamos invitados a tomar el té…
hagamos una carpa,
una casita…una casita…
y una ronda despierta
con las sábanas rotas
construye sus palacios,
historias de atrapados,
de princesas descalzas…
por un consuelo,
doy
la patria de mis años
doy
las palabras aprendidas
doy
los aplausos
y mi voz
doy
por una hora siquiera
aunque fuera dormida
de cuando
yo no era yo
sino
la maravilla.

Cansados ya los hombres de buscar dentro de sí, seguros ya de la infructuosidad de la razón para alcanzar su esencia, partieron una tarde como esta, hacia un lugar distinto, primitivo; para volver a ser lo que alguna vez hace muchísimo tiempo, creían haber sido. Después de caminar hacia la nada despojados de todo, de juicios y prejuicios, de su injusta justicia, de sus piezas de oro y de sus falsas caricias, comenzaron a ir hacia algún sitio. Desnudos como polvo se encontraron iguales, con sexos diferentes y sexos similares. Se tocaron, se olieron, durmieron bajo el sol, y recién cuando el miedo de ser, de estar a la intemperie sin nada a lo que asirse hubo llegado al límite de sus almas dormidas, el llanto se hizo uno para enjuagar sus miedos y lloraron con ganas, con la fuerza de un mar embravecido; lloraron por ayer, por los amores idos, por las mentiras dichas, por lo que nunca habían pedido. Pero esta vez el llanto se hizo uno, inmenso como el cielo y todos eran uno llorando sin sosiego. Lavaron sus miserias, sus mezquinos dolores, sus amargos recuerdos y sus sueños sin nombre. Después de haber abierto las compuertas del alma y sentir que el corazón les cabía en la mano, se quedaron dormidos mirándose a los ojos lavados por el llanto y se dieron el tiempo para verse despacio; se descubrieron blancos, se descubrieron negros, con marcas y designios, con cabellos ligeros, y se entendieron tanto que la luna en su lecho los miró conmovida acunando aquel sueño. Las estrellas danzaron entre luces de plata mientras ellos cantaban mirándose de cerca. De pronto y sin querer, como si el universo hubiese regresado a su instante primero, todos aquellos hombres que por años vagaron sin sentido entre sombras, se fundieron en uno. Infinitos cuerpos dentro de uno solo, un sueño dentro de miles. Un resplandor en el cielo bajo un manto de silencio, iluminó aquella noche la vida del hombre nuevo, la tierra se abrió despacio y en un gemido de entrega parió al niño iluminado. Niño de todos los niños, hombre de todos los hombres, de aquellos que alguna vez entre delirios y olvidos lucharon unos con otros en busca de su destino. Desde el fondo de la tierra, como una luz y un designio, los hombres que aquella tarde partieron buscando alivio, hallaron una repuesta. La esencia que habían perdido se les devolvió por siempre; el niño que había nacido, eran todos esos hombres que siempre fueron el mismo...

Yo andaba repentina 

en el azul durmiente del ocaso,

yo andaba por la luz

en el descalzo sueño de mi infancia 

y cogía los frutos del silencio

y derramaba azúcar por el aire.

 

Yo miraba la tierra por mi noche,

por mis ojos de arena dibujada

y era la mano buena

la que a mi me mecía en un rincón vestido

de temprana esperanza

 

Yo andaba como rota,

bebía de las palabras

me secaba en mi sombra

era sereno el paso 

y era mi voz como una cicatriz

en la garganta

 

y venían a buscarme

pero a mi me gustaba el sonido secreto

de la casa

los pasos de mi madre treintañera

con sus largas polleras

que por la noche andaba

como una reina buena.

 

Me gustaba el invierno, 

la gigante ventana,  

y el susurro del viento

en la quieta nostalgia de la lluvia.

 

Y andaba compañera, boca abierta,

desmesurada en mis colores,

en mi cabello 

en mis pequeños pensamientos.

 

Y era como un gorrión

en la tristeza, un pichón arrancado,

era unos pies chiquitos

con voluntad de andar secretamente…

Hacia el verano,
vendrá el silencio con
su sabia ternura
para besar mi sueño;
después habrá más estaciones
celestiales,
alas enhebradas
en espuma errante de madreselvas
y hojarasca
para que la piel nueva
sea mar salado,
profundo amor
carne sin nada.
Hacia el horizonte
existirá un mañana
que no veo
un tiempo azucarado,
bella sombra despierta
aire azul de madrugada
después de mi,
de mi pequeño ahora,
de mi danza a tropezones,
silenciosos vestigios de ilusión.
Hacia la primavera
como inclinada hacia la vida
floreceré también
como se nace,
al pie de algún ciruelo
de amarillas bondades
que me lleve de pronto
hasta mi infancia rellena
y colorada,
a la inocencia vieja
de las horas eternas,
enteras y rompientes,
como olas que surcan
la mirada,
hasta volverla
atardecer de luna nueva
y canto y golondrinas…

Es aquel
Ese es el hombre,
aquel que se desnuda y reverdece
en el anecdótico fulgor de su desesperanza.
Es aquel, sin sol y hecho de arena,
y está como de viaje,
está pasando mientras todo queda.
Ese que ves en ese desvarío,
caminando en un tiempo cualquiera,
marcado a veces por las voces o por el silencio,
viendo caer la lluvia cuando tiene techo,
oyendo su respiración a través de un espejo
o sintiendo su peso en la ropa,
el frío de su música en el cuerpo,
imaginando adentros.
Ese al que le pesa el sinsentido,
el niño que perdura en lo lejano,
ese que fue canción,
juego y presente.
Hondura en la distancia,
dolor hecho de fruta,
primera vez de todo.
Ese es el hombre,
angustia temprana de su despertar,
pecho partido en su lucha,
brazos cansados,
rellenos cachetes detrás de la piel curtida,
mirada de otro hombre que no mira.
Tiene la boca blanca,
un llanto siempre al borde de los labios,
unas rodillas siempre al borde de la súplica.
Y de pie.
Aunque caiga.
Aunque lo entierren un día cualquiera
Y todo su dulzor y todo su dolor hayan pasado.

Pero cuando usted se va,

¿qué es lo que sangra en mí?

Cuando usted dice adiósy su voz recorre el cuartoy todo se deforma

y se vuelve sombrío,

¿qué es lo que sangra en mí?

¿en qué se convierten mis pies, dónde quedan mis ojos,

adivinando qué historias y recorriendo qué destierros?

Cuando usted dice luego,

y el nombre de mi espera se hace desconcierto

y yo imagino pájaros en vuelo,

¿a dónde me refugio?

¿en qué despiadado rincón del universo

vuelvo a concebirme

y aparezco humana frente a usted,

en otra espera?

Cuando usted abre mi corazón

¿qué ve?

¿dulces penas dormidasentre rosas de tiempo?¿Acaricia tal vez mi soledad,

me toma despacitoe insinúa el amoren ese pecho que usted ve que se deshace?

¿y cuando usted llora frente a mí?

¿me moja el corazón,me oxida el alma?

Y los demás?

Esos qué pasan por la calle...

¿No me ven dormir? 

¿no me escuchan sollozar dentro de usted?

¿y cuando canto?

¿usted oye mi voz?

¿descifra el infinito riesgo

que recorre cada nota?

El miedo del silencio

¿usted lo siente?

¿ y le duele a usted también

mi corazón desnudo,

mi voz exhibida en el viento

para que alguien

escuche otrora lo que sueño?

¿Y cuando estoy dormida?

¿usted me acuna y guarda con sus manos de hombre

el otro lado del mundo al que me voy cuando desciende la noche sobre mí?

Y cuando usted regresa,

¿a dónde llega?

Cuando su sonrisa penetra

por los pequeños resquicios

de mi cuerpo y sus ojos acribillan de ternura los cuartos vacíos de mi alma,

¿usted siente que nace?

¿resucita conmigo y danza

con los brazos hacia mí?

¿me toma, me acaricia

y hace el amor conmigo

en cada esquina

sólo porque yo estoy en usted?

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